Revolución a todo 'shale' gas
Gracias a nuevas técnicas de extracción, el gas de esquisto se convertirá en un nuevo filón para EEUU y marcará un cambio inédito en el consumo energético desde la crisis del petróleo de los años 70. Es posible que en unos años, escolares de todo el mundo deban estudiar una cuarta revolución industrial nacida en plena crisis económica, la revolución del shale gas.
La primera revolución industrial nació a mediados del siglo XVIII en Reino Unido y terminó a principios del XIX ya extendida por Europa; la segunda revolución industrial apareció en algún momento entre el 1.850 y el 1.870, desarrollándose de forma simultánea en varios países europeos, y los historiadores consideran que terminó con el inicio de la I Guerra Mundial. La última revolución industrial oficial, la tercera, nació formalmente en 2007 y sigue vigente en la actualidad. Es posible que en unos años, escolares de todo el mundo deban estudiar una cuarta revolución nacida en plena crisis económica, la revolución del shale gas.Una revolución que va a mil por hora: según cálculos de Citi, gracias a las reservas extra de energía procedentes de esta nueva materia prima, para este verano, EEUU ya no necesitará importar crudo ligero de las explotaciones del Golfo de México.
El shale gas o gas de esquistos es un tipo de gas natural no convencional, cuyos yacimientos empezaron a explotarse en 2008 de la mano del desarrollo de nuevas técnicas de extracción horizontal y de fracturación hidráulica (fracking). Mientras que en un yacimiento convencional de petróleo y gas natural -suelen ir asociados-, el gas queda atrapado entre rocas impermeables que impiden que salga a la superficie, en los yacimientos no convencionales, el shale gas se queda atrapado entre capas de baja permeabilidad (también conocidas como pizarras bituminosas), por lo que, para extraerlo, se debe incrementar la permeabilidad de esas capas. EEUU no es el único país con yacimientos de gas no convencional -también hay importantes reservas en Argentina, Brasil, Sudáfrica, Australia y en países europeos como Polonia o Noruega-, pero es el pionero en el desarrollo de nuevas tecnologías de extracción.
¿Cómo va a afectar a los precios y a otras industrias?
Dos características tradicionales del comportamiento del gas natural en EEUU son su alta estacionalidad (tiende a repuntar en invierno, puesto que la demanda está muy vinculada al clima) y, por ende, la alta volatilidad que reflejan los precios de la commodity: a mayor inventario de gas, menos volatilidad, pues baja la incertidumbre sobre el abastecimiento de la población. No se debe ignorar que los calefactores de más del 50 por ciento de los hogares estadounidenses funcionan con este tipo de energía.
La irrupción de este tipo de gas no convencional también está contribuyendo a incrementar la brecha de precios que ha existido desde siempre entre el gas natural y el petróleo. Martin Arnold, director de investigación de la firma ETF Securities, explica al respecto que “los precios del gas natural han estado vinculados a los del petróleo, debido a que los métodos tradicionales de extracción de crudo también producen gas natural” (se suelen encontrar bolsas de gas en los yacimientos convencionales de petróleo), pero señala que “las viejas normas han cambiado con el desarrollo de las nuevas técnicas de extracción de gas”, provocando que “la expansión de esta nueva fuente de gas haya retirado sustancialmente la presión sobre los precios del gas natural en años recientes”. De acuerdo con Arnold, “la abrupta divergencia en la ratio de precios del crudo y el gas desde niveles medios empezó cuando la producción de shale gas comenzó a surgir en EEUU a mediados de 2008. El incremento en la producción de gas ha suavizado el decrecimiento en otros suministros de gas en EEUU y ha ayudado a reducir sus necesidades de importación”. Las cifras son demoledoras. Si se consulta el índice Henri Hub, que es la principal referencia que se maneja para los precios del gas natural, se puede observar que éste acumula una caída de casi el 71 por ciento desde sus máximos de marzo de 2008.
La nueva fuente de energía no convencional tendrá un efecto directo y positivo para la balanza comercial estadounidense. Según proyecciones de Cortal Consors, “las reservas no convencionales recuperables de este producto (cantidad actual más la que se espera que sea descubierta o desarrollada la tecnología para su producción en los próximos años al precio y demanda actual), supondrían en torno al 50 por ciento de las reservas recuperables mundiales”, por lo que daría para cubrir la demanda mundial actual “durante los próximos 250 años”. En el caso norteamericano, “las reservas no convencionales recuperables cubrirían la demanda actual de EEUU, ceteris paribus, durante cien años”. Malik Zetchim, analista de energía de Pictet WM, coincide en que EEUU podría tener cubiertas sus necesidades energéticas para el próximo siglo y aporta los siguientes datos para apoyar su argumento: “El gas de esquistos ha aumentado en Estados Unidos, en diez años, desde el 1 por ciento de todo el gas natural hasta casi el 30 por ciento,y puede llegar a más del 50 por ciento en los próximos 20 años”. Desde Citi, apuntan una fecha más cercana, según sus estimaciones, EEUU alcanzará la independencia energética en 2020.
Efectos positivos
La del gas de esquistos “es una revolución industrial, no sólo energética, porque se traslada a la cadena de valor y esto va a dar a EEUU una ventaja competitiva frente a Asia”, explica Antonio Salido, director ejecutivo de marketing en Fidelity. ¿Qué significa esta afirmación? Que no sólo van a beneficiarse del boom las empresas del sector, las grandes extractoras de petróleo y gas. También va a favorecer a empresas químicas, empresas de transportes, fabricantes de plásticos y, especialmente, a ingenieras especializadas en fábricas de ciclo combinado ya que, amén de la construcción de nuevas plantas energéticas, esta revolución también pasa por la conversión de las plantas donde se quemaba carbón en fábricas de gas. “Las centrales de ciclo combinado ya tienen en sus manos el 50 por ciento de las emisiones”, explica Tomás García, asesor de Cortal Consors. En este sentido, el director de inversiones de Tressis, Víctor Alvargonzález, explica que los legisladores de EEUU ya están construyendo un marco legal para regularizar esta nueva actividad: “Ya está planteado, por la administración Obama, que el precio del carbón se iguale al del gas, va a provocar una sustitución gradual, pero bastante agresiva, de centrales de carbón por otras de gas. Es un ejemplo de que economía y ecología pueden ir de la mano”, por lo que afirma que también estamos ante una “revolución ecológica”. De hecho, los expertos estiman que, debido al excedente de gas, los precios del West Texas Intermediate (WTI), la referencia para el crudo en EEUU, puedan caer por debajo de los 75 dólares el barril. “Un coste estructural más bajo de la energía podría revertir la pauta vista en la repercusión de las crisis del petróleo de los 70, cuando las plantas y actividades de energía intensiva declinaron”, aportan desde Morgan Stanley, donde señalan como otro beneficiado de esta fuente de energía a los fabricantes de metales como el aluminio, “cuya producción es de energía intensiva”. La cara negativa de esta revolución también es de tipo medioambiental desde el punto de vista de Cortal Consors. “El problema es que el gas sea un sustitutivo de las energías renovables. Esta revolución tiene beneficios energéticos y un beneficio no reconocido en empresas de tratamiento de agua, porque la extracción de gas es hidráulica. Las grandes perjudicadas son las empresas de energías renovables” (ver páginas 8-10), añaden.
Por otra parte, el abaratamiento de esta commodity va a servir a EEUU de reclamo para empresas de todo el mundo que, hasta ahora, habían situado sus plantas en países con costes de producción más bajos. “Si Estados Unidos vuelve al crecimiento sostenible, probablemente regrese como competidor de los mercados emergentes, no como consumidor”, afirman los expertos del banco americano, que en su informe Emerging Issues, destacan que “subir escalones en sofisticación y valor añadido no sólo produce crecimiento en el medio plazo, sino que protege del riesgo de estancamiento económico, al tiempo que las economías emergentes desean convertirse en los nuevos países desarrollados”. Así, la mejora de la calidad de las exportaciones permitirá a EEUU recuperar parte de la competitividad perdida durante la primera década del siglo XXI, al externalizarse los costes de producción.
Pero sin duda, el efecto más positivo de la reactivación e implementación del tejido industrial de EEUU, será la creación de nuevos puestos de trabajo en torno a la nueva industria. De acuerdo con el bróker de BNP Paribas, actualmente hay 1,1 millones de personas trabajando en la industria energética estadounidense. En los próximos tres años, esta cifra podría incrementarse hasta 1,5 millones. “Esto significaría cerca de la mitad de los empleos perdidos durante 2008 y 2009”, apunta un informe de la firma, que concluye que el caldo de cultivo actual del nuevo sector productivo, estaría adelantando “una creación de unos 135.000 puestos de trabajo anuales”.
Llegados a este punto, quizá la pregunta sea cuántos ingresos puede aportar esta floreciente industria (y toda su cadena de valor) a la economía estadounidense. “El impacto económico equivale a un 0,5 por ciento del PIB anual hasta 2017, que es lo que espera el consenso que cueste el fiscal cliff”, concluye el experto de Cortal Consors.
Ganadores y perdedores del nuevo orden geopolítico
“La independencia de EEUU puede ser una oportunidad para redefinir su política de Exteriores posterior a la Guerra Fría”, afirman los analistas de Citi. Pero, aunque Estados Unidos deje de depender energéticamente de sus socios comerciales, Tomás García estima que no cortará relaciones, dado que “las importaciones actuales desde Oriente Medio son inferiores al 10 por ciento, creemos que, más bien, tiene interés en mantener los flujos”. “Habría que ver qué ocurre con países como Venezuela”, señala el analista, que añade que “también tienen shale gas Argentina y China, pero sus legislaciones son menos interesantes”. Al respecto, los expertos de Morgan Stanley opinan, tajantes, que “el renacimiento industrial de EEUU es una amenaza para el futuro”. “Dado que China todavía no ha alcanzado a Corea, Taiwán y Japón en términos de sofisticación, también es menos directa en la competición con las exportaciones más sofisticadas de EEUU respecto a esas tres economías que están produciendo en estos momentos”, argumentan. Los expertos del banco resaltan que el dragón asiático es el que puede salir más perjudicado, pero al mismo tiempo, señalan como otros perdedores a Corea del Sur, Taiwán, Malasia, Brasil, Chile y Rusia. El gran beneficiado será México, que comparte recursos energéticos en el Golfo con EEUU, porque en los últimos años ha implementado reformas estructurales y por su tradicional vinculación al sector industrial estadounidense como parte de la cadena de valor gracias al acuerdo NAFTA.
Ideas prácticas de inversión
Cuatro son los productos que los expertos consultados por Inversión A Fondo han destacado como ideas clarísimas de inversión para el inversor de a pie que quiera participar de la revolución del gas de esquistos. Posiblemente, el más interesante sea el Pictet Water, un fondo de la gestora helvética cuyo patrimonio asciende a 2.369 millones de euros y que es el primer fondo global que está especializado en industrias del agua. “Se trata de una industria muy fragmentada, con tendencia a la consolidación”, explican desde Pictet. La representación en bolsa de este segmento se limita a 850 empresas, “de las que 300 tienen exposición significativa a industrias del agua (al menos un 20 por ciento de ventas/beneficios), con capitalización bursátil de 360.000 millones de euros”, añaden. En este universo de inversión se pueden encontrar empresas de distribución y operadores (servicios públicos y alternativos), consultoría tecnológica (integradores de sistemas, proveedores de equipos y consumibles) y empresas de servicios ambientales y tratamiento de residuos. El fondo cuenta con una calificación de cuatro estrellas Morningstar sobre cinco y acumula una subida del 10 por ciento en 2013; también presenta excelentes resultados en el anualizado a 3, 5 y 10 años (ver gráfico). En la misma línea, otro producto que recomiendan los expertos para tomar partido del negocio del agua es un fondo cotizado, el Lyxor ETF World Water, que replica el comportamiento del World Water Index. Cuenta, también, con una calificación de cuatro estrellas sobre cinco y presenta rendimientos de doble dígito, tanto en el año, como anualizados a tres años.
Si, por el contrario, prefiere apostar por otros negocios más evidentes, siempre puede recurrir al Global Real Asset Securities, producto gestionado por Fidelity y que recomienda especialmente para inversores cuyo horizonte de inversión sea a cinco años vista. Este fondo invierte como mínimo un 70 por ciento en empresas de todo el mundo que proporcionen exposición a materias primas, bienes inmuebles, industria, servicios públicos, energía, materiales e infraestructuras. Los sectores que más ponderan en su cartera son el energético (29,5 por ciento), el industrial (21,3por ciento), el de materiales (21,1 por ciento) y servicios financieros (15,4 por ciento).
Por último, también obtiene buenos resultados el Invesco Energy Fund C Acc, con un acercamiento más clásico, pues básicamente invierte en compañías extractoras de petróleo y gas, como Exxon Mobile o Anadarko (también presentes en el fondo de Fidelity) o Chevron. Este año se está anotando un avance superior al 13 por ciento.
Fuente: eleconomista.es
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